Caos literario: historias que oscilan entre lo plenamente cuerdo y coherente, con sus antípodas

  Yo no me siento tan sorprendido por la Pandemia, la emergencia sanitaria, la falta de empatía, de solidaridad, la ausencia de racionalidad. En el libro de Jose Saramago, “Ensayo sobre la ceguera”, se me previno un poco sobre estos asuntos. Simplemente no voy a entrar en detalles sobre el mismo, ya que primero, no los recuerdo del todo, y segundo, no hace falta que se conozcan como los escribió el autor, ya que muchos de ellos los estamos viviendo. Hablando vagamente de ese escrito, quería decir que la protagonista, encarna (si lo tomáramos de forma que cada personaje caracterizara algún elemento de nuestra sociedad) al Estado de bienestar, cuando es gobernado por los llamados populistas, y la ceguera, aquello que enferma, no es otra que el individualismo egoísta de los mercados, que como siempre colocan aquellos “bienes” que son preciados y fundamentales para el desarrollo de toda persona, como ser el acceso a la salud, la alimentación, la vivienda digna (sin contar otros), como utop

  Cuando uno recorre el camino de la vida se siente a veces como si se recorriera un laberinto oscuro, donde en cada bifurcación debemos elegir un destino que no sabemos cuál es. Para elegir a donde vamos, si avanzamos o volvemos atrás, las únicas luces que iluminan nuestro camino son el raciocinio y la lógica. Tenemos a veces para abrigarnos del frío el calor de los demás, que son otros que andan perdidos en sus laberintos particulares. Cuando se tiene una enfermedad mental o un problema que afecta nuestra salud mental, el laberinto se vuelve extraño. En él la oscuridad es más grande, el camino más sinuoso, el frío más intenso. Nuestras herramientas también se alteran la razón parece más nublada, nuestra lógica confusa y el calor de los demás se vuelve imperceptible por momentos. Nos apuramos también a la hora de elegir caminos, parece que el tiempo no corre, pero no alcanza tampoco, tropezamos caemos y sentimos ese golpe más fuerte, nos lamentamos tanto por cada paso errado que c

Me gustaria volver a ser niño, para salir corriendo los fines de semana al campito, a jugar al fútbol con amigos a pasarmela todo el día pateando. Jugaremos entre amigos al 25, al gol entra, y un partido. Luego cada uno irá a su casa a comer y volveremos a la tarde a jugar de nuevo. De pase en pase, se van pasando las horas, de gol en gol se va acercando la noche, con tan poco, pero que es tanto, uno puede ser feliz. A veces se gana y a veces se pierde, uno se enoja y se frustra, o se siente un héroe, no se piensa jamás en qué esas horas hermosas no volveran, que no serán eternas. Qué solo los partidos quedaran impresos en nuestra mente, una linda gambeta, un golazo o una pifia. Si pudiera volver al campito lo recorrería despacio, tratando de recordar en cada pisada una jugada, las caras de los amigos del barrio que no están y que se extrañan, ya que nunca sabemos cuando será ese último partido que jugaremos.

Soy un fracasado y qué. He fracasado en varias carreras que estudié, en varios trabajos que renuncié, y qué. He fracasado también en varios amores, en amistades, en compromisos, y qué.. He fracasado como deportista, he hasta subido de peso casi ridículamente , he perdido todo estado y forma, y qué. Fracasé también en la lectura, no pude entender a los grandes, y fracasé en las matemáticas donde me quedaron varios teoremas sin demostrar. De tanto fracaso he pensado en suicidarme a veces de tanto temor al futuro, de no saber que más podría hacer, tanto bien como mal, pero hasta en eso fracasé ya que no me animé a intentarlo siquiera. Supongo que de tanto fracaso aprendí cosas útiles, porque a veces me siento con ganas de seguir intentando más y mejor en cada cosa que hago. De tanto intentar, fallar y aprender, creo que no puedo menos que considerarme un triunfador, al no haberme rendido nunca. A veces triunfar no solo es llegar a donde uno se propone sino también en recorrer un camino y