La vida con un problema que afecta la salud mental


 

Cuando uno recorre el camino de la vida se siente a veces como si se recorriera un laberinto oscuro, donde en cada bifurcación debemos elegir un destino que no sabemos cuál es. Para elegir a donde vamos, si avanzamos o volvemos atrás, las únicas luces que iluminan nuestro camino son el raciocinio y la lógica. Tenemos a veces para abrigarnos del frío el calor de los demás, que son otros que andan perdidos en sus laberintos particulares.

Cuando se tiene una enfermedad mental o un problema que afecta nuestra salud mental, el laberinto se vuelve extraño. En él la oscuridad es más grande, el camino más sinuoso, el frío más intenso. Nuestras herramientas también se alteran la razón parece más nublada, nuestra lógica confusa y el calor de los demás se vuelve imperceptible por momentos. Nos apuramos también a la hora de elegir caminos, parece que el tiempo no corre, pero no alcanza tampoco, tropezamos caemos y sentimos ese golpe más fuerte, nos lamentamos tanto por cada paso errado que casi nos olvidamos que todos recorremos ese laberinto, al que podemos adornar con flores o inundar con lágrimas.

A veces tener un problema de salud mental es como estar en un laberinto sin saber si cada paso tiene sentido, si se avanza o retrocede, o si luego de caminar un rato terminamos volviendo al mismo lugar. O tal vez simplemente caemos por un barranco sin final, sin poder frenarnos jamás. Tal vez detener la caída implica la muerte. En nosotros también está la posibilidad de embellecer el laberinto en cada pisada.

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