Pequeña historia de un país cualquiera
El árbol que no daba frutos:
Según iba llegando la primavera en el patio de la familia Jemez, todos empezaban a contemplar aquel noble palto que crecía al lado de la pileta. Les llamaba con especial atención su altura y la extraña situación de que el árbol no daba frutos.
Hacía años que la familia vivía en esa casa y el árbol estaba desde antes que ellos siquieran llegasen a saber de la existencia de aquel inmueble. Les tomó tan solo unos días después de la mudanza saber que árbol era el que estaba en su jardín trasero. Era un palto, tenía un tronco fino pero largo, medía mas de 5 metros y hasta donde pensaban no daba frutos.
Se decidió la menor de los Jemez, Daniela, a pasar por un vivero cerca del centro de la ciudad, por donde ella cursaba su carera terciaria, y preguntar por esta situación qué tenía a todos un poco confundidos en su hogar. Le mostró unas fotos a Josefina la que atendía allí y esta viendo las formas de las hojas en conjunto con las dimensiones supo en menos de un segundo que se trataba de esta especie de árbol. Además le dijo a Dani, que el árbol daba paltas, y que a veces tardaban algunos años en fructiferar.
Ella llegó a su casa y al entrar le gritó a su padre de la emoción que tenían un arbol que daba paltas en su casa y que tarde o temprano esos frutos caerían en el piso de su patio. Aunque esto no ocurriese, los Jemez, disfrutaban de la sombre amplia que este tallo verde les daba, además de evitar que su casa se caliente demasiado por el sol del verano.
Pasaron unos meses, ya terminaba el verano y entonces la familia ansiosa, cada tanto a la mañana, salía a observar el palto de cerca, pensando que faltaba quizá poco para que cayeran sus saludables frutos. A medida que pasaban los días empezaron a preocuparse por no ver ninguno, ni siquiera uno pequeño, motivo por el cual los hermanos mayores de Daniela, Marcos y Ramón, empezaban a zamarrearlo para intentar moverlo por las dudas en los alto hubiese alguna esfera verde, casi palta, andviese escondida.
Al reunirse un día a cenar con unos familiares de la ciudad de Colón, estos les comentaron que allí varios vecinos tenían árboles de paltas, que siempre daban riquísimos frutos, y que eran tan abundantes que los compartían e incluso algunos los vendían a elevado precio. Tal revelación no pudo menos que llenar de ansiedad y alegría a los Jemez que empezaron al día siguiente por regar y abonar el terreno alrrededor del palto.
Pasaron unos meses y nada ocurrió, fue entonces cuando la paciencia de uno de los hermanos se terminó, y este decidió colgarse de una de las ramas e intentar doblar el árbol un poco. Terminó arrancandola. Nadie dijo nada, ya que el árbol paltas no dió, así que teniendo tantas ramas como este tenía, que sí eran muchas, a nadie le importó.
Llegó una nueva primavera a la ciudad, y entonces los Jemez otra vez se sentaron a la sombra de su palto. Disfrutaban de unos ricos teres, pero nadie estaba ansioso ni contento esperando que le cayese arriba suyo un fruto verde, sino que estaban un poco frustrados e incluso molestos de que esto no hubiese ocurrido antes.
Se terminó también otro verano, pero esta vez, la familia, decidió no intervenir en la mejora del suelo cercano a su alto árbol. Sino más bien solamente comenzaron a sacar aquellas ramas que veían mas secas. De a poco esto les parecío una solución a la ausencia de frutos. Por lo que pensaron en sacarlas a todas esperar a qué crezcan y ver quizá lo que deseaban prontamente.
Pero otra vez la primavera se hizo presente, y en ese tiempo tampoco hubo paltas en su patio. Al cortarle las ramas, él árbol, no dio sombra. Les pareció que este les estorbaba así en su patio relativamente pequeño, tener semejante planta que no da frutos ni sombra, optaron por arrancarla, cortandola de su tronco principal. Este fue el final del palto en la casa de los Jemez pero el principio de algunos eventos molestos.
A los pocos días de que el árbol no estaba, se largó una tormenta como la que no se veía hace años, se inundó todo el patio, haciendo inaccesible la pileta, o en todo caso volviendo al patio una gran pileta. Les llamó la atención a los padres, Rodolfo y Guillermina, que el agua quede tanto tiempo fija en el su terreno y no se vaya nunca.
Una tarde cuando el patio ya estaba seco. Los Jemez decidieron sentarse a tomar unos tereres a la sombra, pero lamentablemente en ese pequeño patio ya no había sombra porque no estaba más el imponente palto. No les quedó otra opción que sentarse al sol, a tomar los tereres, morirse de calor y espantar algunos mosquitos. Se dieron cuenta durante el transcurso de esos días calurosos que sacar el palto fue un error.
FIN
Esta historia no tiene mas sentido que contar de otra forma, el daño que se hace en un país cuando se destruye al Estado, y principalmente si este venía siendo un Estado de bienestar o que aspiraba a ello. El árbol es el Estado, los Jemez son una familia neoliberal cualquiera, y sus parientes de Colón son como los argentinos que viven en los países de primer mundo, que luego vienen de visita. La casa es la Argentina.
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