Aquella tarde de otoño

 Aquella tarde de otoño donde bajabamos por la escalinata del parque, llevabamos el mate y unas facturas para compartir. Nos ubicamos cerca del anfiteatro mirando a la costanera, pensamos en pasar una tarde hermosa.

La idea era conocernos, charlar, mirarnos, compartir. Las hojas ya habían caído y no trajimos ni una manta para sentarnos, bucamos un banco  y ahí nos quedamos. Me pediste que me quite los lentes de sol, querías conocer mi mirada, y sentirte bajo ella. Yo no sabía que habías sufrido tanto por tu relación anterior y qué todavía lo tenías presente a él. Casi lloraste en mis brazos, y no me quedó otra opción más que abrazarte, como si eso fuera tan díficil.

Se me cruzo pensar por un segundo mientras estabamos juntos, que los recuerdos dolorosos son como las hojas en otoño, caen de a muchos como si fueran lágrimas lágrimas, y luego el viento se los lleva, hasta que ya no hay nada, y se va el dolor también. Quedan así lejos, en el suelo, siendo consumidas, hasta que uno no sabe cuantas son, cuantas cayeron y si alguna vez existieron. 

También se me cruzó pensar que en el abrazo se consumieron un poco tus penas, qué cuando abriste los brazos para tomarme a mí, lo soltaste a él, así el viento y el tiempo, se lo llevaron lejos.

Hoy que ya no puedo abrazarte espero recuerdes, que el viento y el tiempo todo se llevan, menos ese abrazo donde pusiste lo mejor.


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