Extrañar
Villa Cariño
Iba llegando a Paraná, habíamos quedado con Serena en vernos ese viernes, o el sábado. El viernes coincidía con una fiesta de una amiga de ella, sería la primera vez que pasaríamos la noche con amigos, generalmente salíamos solos, puesto que nuestra relación era así y no había intenciones de cambiarla, durante las pocas y felices semanas que llevábamos. El plan era encontrarnos a las 21:30 en la terminal, pero yo me demoré y terminé arribando a las 22:30. Apenas bajando del Etacer, le aviso que llegué, ella me contesta, yo ya estoy, comprame algo para calmar la acidez en el kiosco. Compro y voy a buscarla donde siempre, subo al auto y digo, - ¿vos decís que hace frío? Porque traje una camisa, ella me mira dubitativa, entonces caigo, y digo, - hola, buenas ja, perdón que ni saludé, todo bien?; - hola, dice ella, bien, qué me decías; - si llevo camisa o no; - no sé; - bueno, sí la traje la voy a usar, ya fue. Empezamos a hablar de que comprar para tomar allá y donde, la invitación decía que cada cual llevaba su bebida, compramos dos birras, una negra y otra rubia, camino a la casa de la amiga empezamos a dejar Paraná, íbamos a San Benito, a una casa que no conocíamos y solo teníamos la ubicación de whatsapp para encontrarla. Después de unas vueltas, dimos con el lugar, o eso creímos, era frente al cementerio, Sere bajó y comenzó a palmear, nadie respondió, volvió al auto, busco su teléfono y llamó hasta quedarse sin crédito pero nadie contestó. Volvió a acercarse y comenzó a palmear de nuevo, esta vez salió un vecino y le dijo que una chica parecida a su amiga, pero que no sabía el nombre vivía en la casa del al lado. Pasaron los minutos y nadie la atendió. Volvió al auto y me dijo, - hace rato le mandé el mensaje y no lo vio, la llamo y no me atiende…; yo la interrumpo – puede ser que esté con música fuerte lejos de su teléfono o que se haya quedado sin batería y ella no se haya dado cuenta, por qué mejor no volvemos a Paraná con las dos birras y compramos algo para comer y vemos a donde la pasamos. Ella asintió, rodeó la manzana y de todas formas no logramos percatarnos si era la casa o no.
Volviendo a Paraná, estábamos ambos un poco nerviosos y bajoneados, se me ocurrió hablar de temas fuertes para olvidarnos de la fiesta frustrada, cosa que funcionó. Decidimos ir a la costanera, rodeamos la zona de los boliches y paramos frente a la rotonda a comprar comida en un carry. No estaba ni cerca de estar rica la comida, pero había hambre. Se nos ocurrió ir caminando por el borde del camino yendo para la playa municipal, mientras íbamos le contaba la historia de un conocido al que le habían robado el celular en la costanera de Santa Fe, por bajar con otro muchacho a la parte oscura a darse cariño, situación que los dejó desprevenidos y termino todo más amargo que dulce.
Bajamos hacia la playa municipal, ella fue al baño, pese a que estaba cerrado, y con la ayuda del cuidador que estaba cerca pudimos sacarle el alambre, así ella pudo pasar. Seguimos caminando por la playa, frenamos, mientras hablábamos y tomábamos, nos dimos los primeros besos de la noche, los besos y toques se pusieron más intensos, y yo un poco incrédulo que nadie molestara ni con un grito a una pareja dando cariño en casi en la vía pública, la calle estaba a mí espalda pero cerca, podía escuchar los vehículos pasando, se ve que ambos pensamos lo mismo porque pronto decidimos volver al auto, íbamos despacio mirando el paisaje y charlando sobre los clubes, las fiestas, volvimos. Subimos al auto y ella me dice,- a donde vamos; le digo - no sé, por ahí...Comenzamos a recorrer el parque y pasamos frente al centro cultural, ahí a unos metros había una garita de policía con un oficial con auriculares, mirando a su celular. Bajamos por el camino y dando un par de vueltas, el auto seguía el sendero hacia un lugar tranquilo, bueno, es que este viernes la costanera estaba casi llena de gente que había decidido disfrutar la noche. Yo sorprendido por el paseo le digo, - a donde vamos?; ella me dice, - a Villa Cariño. Entonces me contó que como la Villa Cariño de Santa Fe, la de Paraná, también estaba en la costanera, me dijo que antes no estaban esos focos que parecían faros y que molestaban en la noche más que alumbrar. Eran ya las 2am pasadas del Sábado. Empezamos a besarnos, a tocarnos un buen rato. Bajamos los asientos, y ella comenzó arriba mío, luego yo arriba de ella, el tiempo corría, algunos autos y motos pasaban y ninguno se detenía a mirar el auto, que tenía vidrios empañados. Y pasó otro vehículo que se detuvo un poco y luego siguió. Debían ser ya las 4 am, cuando recostados aún me pareció escuchar unas voces, luego sentí un golpe ligero en la ventanilla, después otro más fuerte, fue ahí que le dije, - apúrate, arrancá el auto; ella dio un salto, cayó en el asiento del conductor, otro golpe, este fuertísimo resonó, Serena puso la llave la giro, y el auto no arrancó, un último golpe estruendoso destruyó la ventanilla que estaba rajada, la del conductor, y una mano pasó por ella queriendo abrir la puerta, Sere comenzó a gritar, la mano la sujetó de los pelos y apareció la figura de un adolescente de no más de 18 años pero no menos de 16, que sacó un cuchillo de como unos 20cm, y empezó a decirme dame todo porque la mato a tu novia. Mi instinto me llevó a buscar mi celular pero no pude encontrarlo por ningún lado, tanteando por todo el auto no lo encontraba, mientras lo buscaba Serena intentaba safarse pero no podía, el la zamarreaba en todas las direcciones, yo seguía buscando sin ver bien, en la penumbra con desesperación, al no recibir nada el pibe se puso más violento, Sere dijo dale mi mochila, un cómplice apareció para agarrarla cuando la tiré, le tiro mi billetera, después no lo vi más, pero el del cuchillo seguía exigiendo, y que es eso dámelo, le doy una campera de Sere, y tus zapatillas dámelas, le doy mis zapatillas, y dame toda la ropa, todo lo que tengas, le doy la camisa, me dice quiero tu celular, le digo que no lo encuentro, me dice dámelo porque te la mato ahora, el pibe empieza a hacer intentos de abrir el auto, no le abrimos, me dice abrime la puerta de atrás, no le abro, Sere tampoco, dale abrime que voy a buscar dijo, no le abrimos, entonces dice, dame la llave, dame llave del auto, no se la damos, dice dale damela, ya en ese momento empiezo a sospechar que el pibe no iba a matar a nadie y que quería algo más con ese dame la llave o con entrar al auto, al ver que la cosa no avanzaba y que nosotros gritabamos, empezó a mirar para arriba y dijo, que nosotros lo íbamos a denunciar y que no nos iba a dejar ir, le dijimos que sólo queríamos volver a nuestra casa, que nos vamos, se empezó a alejar del auto, apenas soltó a Serena, ella arrancó y comenzamos a avanzar sin saber bien por donde, recordé que el camino era angosto, le dije que pare y que miremos bien donde vamos, íbamos hacia el barranco, enderezamos el rumbo y salimos de Villa Cariño. Pasamos frente a la garita del policía y seguimos unos metros más. No quería hacer la pregunta estúpida de si estaba bien, la veía adolorida y encorvada, entonces le pregunté, - querés hacer la denuncia; ella dijo – no, estos nunca hacen nada y no vamos a recuperar nada. Se bajó comenzó a acomodarse, sacarse de encima los vidrios, el auto estaba lleno de vidriecitos que hacían cortes y molestaban. Volvió a subir, no sin antes pedirme que le ponga algo en el asiento que le permite sentarse sin tocar los vidrios. Se sentó, hice la pregunta estúpida, me miro y me dijo me duele mucho la cabeza, especialmente acá, pasándose la mano descubrió varios chichones, me hizo tocarla en esa zona y estaba muy lastimada, comenzó a mirarse y vio que tenía muchos cortes por todo el cuerpo, que la pierna izquierda la tenía demasiado adolorida y que apenas podía moverla, empezamos a pensar que hacer, yo recordé que no tenía zapatillas y que iba a volverme caminando desde la terminal de Santa Fe a mi casa, ella me dice, - lleva mis botas son de mujer pero parecen de hombre, si las tapas con el pantalón nadie se va a dar cuenta. Sin más remedio tomé por buena su decisión. Empezamos a lamentarnos mientras ella me llevaba de vuelta a la terminal, surgieron todos los si condicionales posible, si no hubiéramos ido a Villa Cariño, si no nos hubiéramos quedado tanto tiempo, si hubiera arrancado el auto antes, si nos hubiéramos visto el sábado en vez de hoy, si nos hubiéramos quedado en la fiesta de la amiga hasta que alguien responda, ella se lamentaba más, se sentía responsable por habernos llevado a Villa Cariño, yo calmándola le digo que era imposible saber que algo así podía pasar, y que en el nerviosismo cualquiera puede no arrancar un auto, que ambos no nos dimos cuenta de que nos quedamos mucho tiempo ahí y que podía ser peligroso. Llegamos a la terminal, yo sentía que no podía bajar del auto, quería acompañarla a su casa y asegurarme que todo esté bien, nos besamos, después ella tuvo la lucidez de señalarme que sin su móvil no podríamos comunicarnos, así que debía anotarle mi número en un papel, le puse mi numero con nombre y apellido. Entonces decidí pedirle sus redes, ahí escuché por primera vez su apellido. La agregué en cuanta red social pude encontrarla. Me puse las botas abajo del pantalón, le dí un último beso y me fui a tomar el colectivo. Volví a Santa Fe y me fui caminando por la peatonal hasta mi casa, con una sensación mezcla de rabia, impotencia, pero sobre todo tristeza.
Hoy es lunes, demás está decir que todavía tengo las botas, ella se comunicó conmigo el sábado, después de mucha desconexión me envió el domingo un mensaje al celular. Yo sólo quiero verla otra vez, necesito acariciar con la mirada esa sonrisa que se le dibuja en el rostro, quizá así me convenza que todo está bien, aunque las botas me gustaría quitármelas por el componente nostálgico, cuando lo mínimo que siento es que debo devolverlas, una excusa para verte otra vez.
Martín Cámara, autor.
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