La sombra negra

 Beatriz se dedicaba al reiki, tenía un consultorio cerca del centro a donde atendía a sus concurrentes. En el departamento de al lado se reunían los espiritistas, que allí tenían su iglesia donde rendían su culto.

Cuando ella se los cruzaba en la escalera, siempre se saludaban afectuosamente, y mas de una vez alguno de ellos se había hecho atender por ella para que le brindara su terapia. Alberto, era él que mas la frecuentaba junto con Silvana, de aquellos que participan del culto, así que a ellos dos Beatriz les tenía cierta confianza.

Una tarde llegando apurada para unas sesiones que tenía, trastabillo en la escalera de entrada, no hizo pie y cayó, su golpe al caer se escuchó fuerte. No podía levantarse, así comenzó a pedir ayuda. A los pocos segundos apareció Alberto a levantarla, este la acompañó a solas hasta su gabinete, donde le preguntó si estaba bien, ya que últimamente la notaba nerviosa y triste. Ella le contó que las cosas en su familia no estaban bien, que estaba divorciándose de su marido, y que su único hijo no le hablaba. Él le dijo que cualquier cosa que necesitara podía venir a su templo y buscarlos a él y a Silvana.

Los chamanes del culto vestían de violeta, Beatriz los veía pasar siempre impecables, con sus ropas inmaculadas. Estaban  a veces reunidos largos ratos con sus fieles realizando sus rituales paganos, pero que ella nunca había visto, sólo que conocía lo que se decía en el barrio.

Toda esta situación familiar tenía a la reikista muy preocupada y nerviosa, hasta el punto que no podía comer nada y cada tanto vomitaba al mediodía de un viernes sintió que se desmayaba luego de despedir aun cliente. Al despertarse a la tarde sintió que los espiritistas llegaban, así que salió y vió a Silvana a la que le contó lo ocurrido, pronto esta decidió brindarle su ayuda. Así que esa noche misma se puso en contacto con Alberto para realizar un ritual que pudiese ayudar a Beatriz.

Para la hora a la que ambos llegaron a su consultoría, la reikista se sentía muy mal, mareada y desorientada, al ver esta situación, los cultistas fueron corriendo a buscar al chaman, comenzaron así a realizar un cántico con palabras ininteligibles, era imposible saber que decían, luego el de violeta, le pasó rápido una bebida, con un líquido violeta espeso, Beatriz bebió y pronto comenzó a quedarse dormida, notó que a su alrededor no había solo 3 personas, sino que había una cuarta, pero era una inquietante figura, una sombra negra...   

Soñó y soñó, siempre lo mismo, que estaba en un laberinto oscuro, en el que en el final había una luz, a la que ella intentaba llegar, pero cuando parecía estar demasiado cerca de alcanzarla, una sombra negra aparecía por detrás suyo y la tomaba, se desmayaba y así aparecía al comienzo del laberinto otra vez, el sueño se repetía y parecía no terminar jamás.

Se despertó en su casa al día siguiente, era sábado y ese día concurrentes a su consultorio no tenía, así que se dispuso a levantarse y prepararse una el desayuno. Fue cuando ocurrió algo extraño, o mejor dicho se percató que no sabía como había llegado a su casa, pero como se sentía bien, aunque con un ligero mareo, ignoró esta sensación. Así que se preparó un te negro y comió frutos secos, se fue al sillón y prendió la tele, a los poco minutos se le revolvía el estómago y no tuvo mas remedio que correr al baño y vomitar, lo que vio en su váter, era todo violeta, un líquido espeso, y ni rastro del té o de las nueces, almendras. Pero se sentía mucho mejor, así que no le dio importancia a esto.

Tiró la cadena, Beatriz se pasó casi todo el sábado descansando, cada notaba la compañía de una presencia extraña, pero intentaba no pensar en eso y evitar sentirse molesta, aunque no lo conocía del todo. En uno de los cuartos de su casa. Más precisamente en el de su hijo, encontró la puerta abierta, y la nostalgia de que su retoño no viva más con ella, la hizo entrar a querer revisar y pasar unos minutos ahí dentro, cuando hacía las primeras pisadas hacia el interior, noto algo extraño abajo de la cama, había unos ojos rojos que la miraban, luego un cuerpo oscuro y enorme comenzó a emerger debajo de la cama, ella no llegó a gritar, que esta figura ya se había apoderado de ella. Beatriz se desmayó. 

Al despertarse, estaba acostada en la cama de su hijo. Había tenido otro sueño extraño, soñaba que iba como casi todos los días a su consultorio pero que cuando encaraba la escalera, en vez de ir por el camino que la llevaba a su trabajo, decidió ir por el que la llevaba al templo espiritista. Al entrar, el templo estaba todo oscuro, apenas podía ver algo en esa penumbra, jamás pensó o le pareció extraño que la puerta este abierta así nomás, porque su curiosidad era tan grande que hasta la sentía como un llamado casi divino hacia ese lugar. 

La sala principal, estaba vacía y mientras, y mientras la recorría al acercarse al final de la misma escuchaba cánticos, en los cuales se repetían palabras ininteligibles, sonaban quizá, a alguna lengua antigua, que ella conocía o así le sonaba.

Al final de la sala, había un pasillo, decidió seguirlo, este la conducía a la parte de atrás, donde encontró una ronda, formada por un grupo de personas, que realizaban cánticos entonando las palabras en la lengua antigua, sus exclamaciones eran cada vez más fuerte y sonaban como a aun pedido. Estas personas, vestidas con túnicas violetas y máscaras blancas, descalzas, tenían frente a ellas en el medio, a un gran fuego sobre lo que parecía estar siendo quemada una figura oscuro, enorme, de ojos rojos triangulares, idéntica a la que ella creía estar acosándola. quiso darse vuelta y huir, pero no pudo, se sentía débil, uno de los presentes parecía estar atento y al darse vuelta la tomó por el brazo, allí la sostuvo con fuerza, y a la fue tomando y amarrando. Comenzó este ritualista a cantarle al oído, todos comenzaron a mirarla y cantar cada vez mas profundo, las palabras comenzó a reconocerlas luego, eran una invocación,  "Skia Daimon Maranatha" decían, lo repetían una y otra vez. La sombra comenzó a a avanzar hacia ella, mientras las llamas caían de su superficie, cerró los ojos con fuerza del miedo y atinó a gritar, pero apenas pudo pronunciar una palabra cayó al piso...Al abrir los ojos estaba en la escalera, casi en la bifurcación del camino, mirando hacia su consultorio.

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